OBSERVACIONES SOBRE EL OBJETO “a” EN LACAN
OBSERVACIONES SOBRE EL OBJETO “a” EN LACAN
Resumen del escrito de Mabel
Levato (Dany)
La manifestación de la
pulsión
En base a la estructura edípica freudiana, Lacan elabora
la lógica del falo. Si nos remitimos el Seminario “La relación de objeto” podemos
dar cuenta de las articulaciones que hace Lacan entre el falo y el objeto.
De la teoría de las pulsiones se puede decir que Lacan
elaboró la lógica del objeto pequeño a. El comienzo de esta tematización puede ubicarse
a partir del Seminario “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”.
La noción de objeto es infinitamente compleja y en todo
momento tenemos que saber de qué objeto estamos hablando. En el capítulo el Sujeto
y el Otro: la alienación, del Seminario antes referido, Lacan dice: “El Otro
es el
lugar donde se sitúa la cadena del significante que rige todo lo que, del
sujeto, podría hacerse presente, es en el campo de ese ser viviente donde el
sujeto tiene que aparecer. Y he dicho que es por el lado de ese ser viviente,
llamado a la subjetividad, donde se manifiesta esencialmente la pulsión.”
En este mismo capítulo aclara que la pulsión es
siempre parcial y que ninguna representa a la función de la reproducción.
En el psiquismo no hay representación de esta función; o sea, no hay nada en el sujeto que le permita
situarse como ser macho o como ser hembra
Siguiendo a Freud, Lacan dice que el sujeto sólo sitúa en
el psiquismo sus equivalentes: actividad
y pasividad. Las vías de lo que hay que hacer como hombre o como mujer
pertenecen por entero al drama edípico, no a la pulsión.
Para Lacan la sexualidad se instaura en el campo del
sujeto por vía de la falta. Las faltas a las que se refiere son dos:
1)
Una se vincula al
advenimiento del sujeto con relación al Otro, dado que el mismo nace alienado a
los significantes del Otro. El sujeto, pues, depende del significante y éste se
halla primero en el campo del Otro. Podríamos llamar simbólica a esta falta.
2)
Esta falta a su vez nos
remite a otra anterior, real, relacionada con el advenimiento del ser viviente,
fundado en la reproducción sexuada. Esta falta real, entonces, es lo que pierde
el ser viviente por su reproducción sexuada y, por ello mismo, queda remitido a
la propia muerte; nace, se reproduce y muere.
Esta parte perdida de sí mismo constituye la búsqueda
permanente del sujeto, o sea, no se busca el complemento sexual, sino eso
perdido que lo lleva a la mortalidad.
A la luz de lo anteriormente dicho la pulsión es siempre
pulsión de muerte. El mito de la laminilla, como lo llama Lacan, es el mito que
encarna la parte perdida.
Lacan considera a la libido como un órgano y no como un
campo de fuerzas que se atraen en sus formas macho y hembra. Y agrega que la
libido es el órgano esencial para comprender la naturaleza de la pulsión. Este
órgano es irreal, se articula con lo real y se encarna. Como ejemplo de esto
sitúa al tatuaje.
La dialéctica de la pulsión es circular pero no
recíproca, es asimétrica. Se trata de un movimiento de reversión que partiendo
del sujeto regresa a él. Es una dialéctica que nada tiene que ver con lo que
pertenece al registro del amor, como tampoco al bien del sujeto.
El sujeto, el Otro: la
alienación y la separación
En este apartado me propongo explicar las operaciones de
alienación y separación a través de esquemas de la teoría de los conjuntos.
Para dar cuenta de la operación de alienación recurro al esquema de la reunión.
Tenemos dos conjuntos que se reúnen. El primer círculo es el conjunto vacío.
Para ubicar ahí un lugar significante es necesario el Otro.
Cuando el conjunto vacío se llena de inscripciones significantes, ya es el
conjunto del Otro.
El conjunto vacío (sujeto) también está en el Otro, pero
no a título de elemento, sino de parte. Esa falta representada por el conjunto
vacío es inherente al Otro. Del lado del Otro tenemos los significantes (S1-S2)
y la falta.
A esto último, Lacan lo
denomina significante de una falta en el Otro S(A). Esto implica que no hay
ningún significante que ocupe este lugar. Él es distinto a todos los otros
significantes, no tiene equivalente. Con S(A) se indica, entonces, que hay una
falta en el Otro, que el Otro no es completo.
Esa falta se inscribe mediante un significante, y este
S(A) no es un significante cualquiera. Al ser distinto no puede nunca taponar
la falta que inscribe. Este significante sería equivalente a raíz cuadrada de menos
1, ya que no hay ningún número que elevado al cuadrado dé ese resultado. No
existe ningún número que pueda ser la respuesta a tal ecuación.
Sin embargo, en la operación de reunión hay un
significante que se puede distinguir del resto, es el S1. Ese significante es
el apropiado para inscribirse en el conjunto vacío del sujeto. Esta
articulación entre el Sujeto y el Otro, entre el conjunto vacío y el conjunto
de los significantes, es una necesidad lógica, pues para lograr esta articulación
hace falta que al menos un significante se inscriba en el conjunto sujeto.
A falta de su lugar original el sujeto encuentra primero
las marcas de la respuesta del Otro, pero cuando inviste lo que está de su
lado, lo que encuentra es S1. Así se ve conducido a hacerse significante. Si el
conjunto vacío encierra un elemento significante ya no está vacío.
El sujeto, entonces, al encontrar ese significante se
hace él mismo significante; esto es, se identifica, dice: “Soy ese
significante”. Por lo tanto, en la operación de alienación el sujeto encuentra
su insignia. Pero no debemos olvidar que luego tendrá que maniobrar con su vacío,
y ahí ya nos encontramos con la segunda operación que es la de separación.
Pero ¿Cómo maniobra a partir de su vacío? Encontrando la
falta en el Otro. Ya no se trata de hacerse significante, sino de hacerse
objeto. Es decir que el sujeto no sólo se constituye por medio de un elemento significante
del Otro, sino también mediante la parte vacía del Otro. Se orienta mediante un
elemento (S1) o por la parte. El esquema de intersección explica la operación
de separación. En éste se reúnen la parte no significante del Otro y el vacío
del sujeto, que opera apoyándose en su propio vacío.
Aquí se le plantea al sujeto un problema pues ahí ya no
se reconoce, no hay identificación, ya no hay orientación desde el espejo del
Otro. La orientación de la dirección de la cura analítica, será lograr que el sujeto
se reconozca en esa separación. La elección forzada a la que Lacan hace alusión
en el Seminario 11 estaría planteada entre la parte vacía del conjunto y la
parte llena donde está S1. El sujeto primero elige S1, o sea, elige al Otro,
que equivale a decir que elige el sentido, S1 llama a S2. Pero si bien elige el
sentido no tiene respuesta al “chez vuoi”, al qué quiere el Otro de mi. “Soy
esto (S1)”, pero no sabe qué quiere decir. Es en este sentido que el sujeto es
escindido.
Es claro que esta elección conlleva una pérdida y, como
dirá Lacan: “no hay sujeto sin que haya, en alguna parte, afanisis del sujeto, y esa alienación,
en esa división fundamental se instituye la dialéctica del sujeto”.
“El surgimiento del sujeto a nivel del sentido sólo se da
por su afanisis
en el Otro lugar, el del inconsciente”.
Cuando nombramos fading
constituyente, estamos indicando que antes del sujeto no hay nada, salvo el
lenguaje. A este S1 producto de la alienación, Lacan le dio el nombre
especial de significante Amo. Es
el Uno sin el Otro. Esto plantea una dificultad, ya que según Lacan, un
significante representa al sujeto para otro significante. Pero justamente a
la identificación no se la puede considerar como una representación del sujeto.
Fue por eso que Lacan le puso otros nombres; lo llamó rasgo unario o
significante Amo.
Finalmente el esquema de la separación quedaría así.
Aquí vemos cómo el a, ubicado en la intersección se
encuentra fuera de los efectos de sentido de S1 S2. La pregunta acerca de qué
quiere el Otro, ese intervalo que corta los significantes, permite ver en esas
fallas del discurso, el deseo del Otro. Ese enigma que no tiene respuesta. El
proceso de separación utiliza lo que la alienación despejó, o sea, el conjunto
vacío, lo que quedó por fuera de la reunión. La operación de separación surge
de la confrontación del conjunto vacío del sujeto con la parte vacía del
conjunto del Otro. La separación es el resultado de la intersección de la falta
del sujeto, más la falta del conjunto del Otro (S1S2).
El resultado de la intersección entre el S y el A es el
a. Con Lacan, sabemos que el Otro es el cuerpo en tanto conjunto vacío donde se
inscriben los significantes (S1S2). Pero hay una parte del organismo que no se
transforma en cuerpo, tiene el estatuto de fuera de cuerpo, ya que el sujeto
puede hacerse representar por S1, en cambio, no puede hacerse representar por
a.
Sabemos que el S1 llama al S2, y así opera el sujeto en
su intento de subjetivación. Por ejemplo, el niño grita y es el Otro el que
transforma ese grito en llamado. Así tenemos una subjetivación mediante la representación.
La subjetivación del a requiere, en cambio, del fantasma.
S1 S2 identificación
S
a pulsión
Tanto la identificación constituyente como el fantasma
están relacionados y vinculados íntimamente. Por ejemplo, si el sujeto está abrochado
a la insignia (S1) se mantiene a distancia del a; entonces, el atravesamiento
del fantasma es correlativo a una desubjetivación del significante. Si renuncia
a su representación significante, el sujeto es susceptible de convertirse en a.
En estos esquemas vemos que tanto a como S1 están
ubicados en la intersección, y lo que tienen en común es que ambos están fuera
del sentido y no están articulados. Los dos obtienen su posición por estar fuera
del sentido.
El sentido gozado
Para comenzar este punto es necesario recordar algunas
cuestiones relativas al estadio del espejo. Se trata de un dispositivo que
muestra claramente su articulación al Otro El sujeto está delante de su imagen
frente al espejo, sin medios para reconocerla e invadido por un júbilo que no
llega a otorgarle un yo. El niño busca alguna cosa que falta pasando su mano
entre sí mismo y su imagen, y se vuelve hacia quien lo sostiene. Es en la
mirada de ese Otro que el niño identifica la imagen como siendo él mismo. Este
punto exterior necesario fija la relación imaginaria.
Pero el sujeto en el eje simbólico, es decir, por la
relación con el Otro, termina fijando la relación imaginaria entre el cuerpo y
su imagen. El yo aparece en esta tensión entre le sujeto y su cuerpo. No hay
relación inmediata entre el cuerpo y la imagen. El cuerpo permanece escondido y
lo que aparece es su imagen. Lo que conoce de su cuerpo es el júbilo por el
reconocimiento de su imagen, pero no lo que sucede en su cuerpo. El sujeto no
tiene acceso directo a su cuerpo como viviente, eso es lo escondido.
La pulsión, entonces, no está en el cuerpo ni es imagen,
está siempre articulada sobre el cuerpo a través de agujeros: la boca y el
resto.
Lacan hace valer justamente el objeto pequeño a, como
aquello que realiza un trayecto en torno al agujero.
A partir de 1970 Lacan va a deducir la relación con el
cuerpo en base a la certeza de goce que el agujero da al cuerpo. El objeto a es
también el vacío que corre bajo la cadena significante. Si consideramos al
síntoma como mensaje que tiene un sentido, estamos describiendo al síntoma sólo
en la primera enseñanza de Lacan. A la luz de todo lo expuesto, se puede decir
que Lacan a lo largo de su enseñanza, y con la incorporación de la tematización
de objeto petit a, le dio otra función al síntoma. Se trata de otro tipo de sentido
que el sentido que hay que escuchar. Se tarta de un sentido gozado, un sentido
que tiene relación con el goce. Este sentido no viene del Otro. El significante
no sólo tiene efectos de sentido, sino también efectos de sentido gozado.
Ya en “Televisión” Lacan habla del signo y no del
significante. Hace retornar la categoría de signo como superior a la de
significante. Este signo tiene efectos de sentido gozado, y efectúa una
producción de goce. El nombre que le da Lacan a esto es el de Letra. La Letra denomina al signo en
tanto tiene producción de goce.
No alcanza entonces con tomar al síntoma como mensaje, ya
que al haber goce en el síntoma hay que tomarlo como letra. El síntoma ya no se
articula con la función de la palabra, sino con el proceso de escritura.
A la definición de síntoma que teníamos, hay que
agregarle la dimensión del goce fantasmático.
Lo que cambia en la enseñanza de Lacan es la posición del
Otro. Desde el punto de vista del sentido, el Otro es el que lo da (S2). Pero con
el goce no sucede lo mismo, el goce es autista. No busca al Otro. El acento hay
que ponerlo en que el inconciente repite el Uno. El inconciente cuenta y cifra.
La cifra está del lado de la
Letra y no del signficante.
En R.S.I. Lacan
define al síntoma como un modo de gozar del inconsciente. La pareja lógica (S1,
a), es la insignia en su conexión con el goce. Entonces, más que “gozar del
cuerpo”, habría que decir “gozar de la carne”.
De todas estas elaboraciones surge la nueva tematización
de Lacan acerca de la “identificación con el síntoma”; o sea, en su goce implicado
allí, saber hacer con él.
Luego del recorrido hecho, podemos decir que el
significante es aquello común, es decir, que viene con el Otro; en cambio el
petit a es propio del sujeto. Hay un seminario de Lacan que da cuenta de esta orientación
en la clínica. Hacia el final de su enseñanza lo tituló “De un Otro a otro”.
Puede decirse, de lo universal a lo singular.
El deseo se sostiene del Otro, mientras que el goce se
sostiene del Uno. El goce está sujeto al cuerpo propio, al cuerpo del Uno. Goce
que Lacan señala como opaco, opaco de sentido, opaco en el sentido del Ello
freudiano, dado que es el Ello el que interfiere con lo que sería el puro
efecto de sentido. “Allí donde ello habla, ello goza”.
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