Winnicot, clinica 1, Variedades clinicas de la transferencia
Variedades clínicas de la transferencia (1) (1 9 5 5 / 1 9 5 6)
Mi aportación a este simposio sobre la transferencia trata de un aspecto
especial del tema. Se refiere a la influencia que sobre la práctica analítica
ejerce la nueva comprensión de la crianza de infantes, la cual, a su vez,
proviene de la teoría analítica.
En la historia del psicoanálisis a menudo se ha producido un retraso en
la aplicación directa de la
metapsicología analítica. Freud pudo formular una teoría de las etapas
más precoces del desarrollo emocional
del individuo en un momento en que la teoría se aplicaba solamente en el
tratamiento de casos neuróticos bien escogidos. (Me estoy refiriendo al período
de 1905 a 1914 en la obra freudiana.).
Por ejemplo, la teoría referente a los procesos primarios, identificación
primaria y represión primaria, apareció en la práctica analítica solamente bajo
la forma de un mayor respeto, de parte de los analistas en comparación con
otros, por el sueño y la realidad psíquica.
Mirando hacia atrás desde nuestro punto de vista, podemos decir que los
casos eran escogidos como adecuados para el análisis si en la historia personal
precoz del sujeto había habido un cuidado infantil suficiente. Esta adaptación
suficiente a la necesidad, al principio había permitido al yo del individuo empezar
a existir; con el resultado de que el analista podía dar por sentadas las fases
anteriores a la instauración del yo. De esta manera a los analistas les era
posible hablar y escribir como si la primera experiencia del pequeño humano
hubiese sido la primera nutrición, y como si la relación objetal entre la madre
y el pequeño que ello entrañaba fuese la primera relación significativa. Esto
resultaba satisfactorio para el analista en ejercicio pero no podía satisfacer
al observador directo de niños que se hallan al cuidado de sus madres.
En aquel tiempo la teoría andaba a ciegas en busca de mayor insight en
este tema de la relación de la madre con su pequeño, y de hecho el término
«identificación» primaria entraña un medio que todavía no se ha diferenciado de
lo que será el individuo. Cuando pensamos en una madre que lleva consigo un pequeño
recién nacido, o uno que no ha nacido aún, sabemos al mismo tiempo que hay otro
punto de vista: el del pequeño si éste estuviera ahí. Y desde este punto de
vista, el pequeño o bien no se ha diferenciado o el proceso de diferenciación
ha comenzado y existe una dependencia absoluta con respecto al medio inmediato
y a su comportamiento. Para nosotros es posible estudiar y utilizar esta parte
vital de la vieja teoría de una manera nueva y práctica en la labor analítica,
ya sea con los casos límite o con los casos o momentos psicóticos que se
presentan en el transcurso del análisis de pacientes neuróticos o de personas
normales. Esta labor amplía el concepto de transferencia, ya que en el momento
del análisis de estas fases, el yo del paciente no puede suponerse como entidad
instaurada, y no puede haber una neurosis de transferencia, porque ésta
requiere, sin duda, la presencia de un yo, un yo intacto, a decir verdad, un yo
capaz de mantener defensas contra la angustia que proviene del instinto, cuya responsabilidad
se acepta.
Me he referido al estado de cosas que existe cuando se intenta salir de
la identificación primaria. Aquí, al principio, se halla la dependencia
absoluta. Hay dos posibles resultados: en uno la adaptación ambiental a la
necesidad es suficiente, de manera que empieza a existir un yo que, con el
tiempo, podrá experimentar impulsos del ello; en el otro, la adaptación
ambiental no es suficiente, por lo que no hay una verdadera instauración del
yo, y en su lugar se desarrolla un seudo self constituido por la agrupación de
innumerables reacciones ante una sucesión de fracasos de adaptación. Me
gustaría referirme al escrito de Anna Freud titulado «El creciente alcance de
los indicios para el psicoanálisis» (1954). El medio ambiente, cuando en esta
primera etapa se adapta con éxito, no es reconocido, ni siquiera registrado, de
manera que en la fase originaria no hay un sentimiento de dependencia; cuandoquiera
que el medio ambiente fracase en su tarea de adaptación activa, sin embargo,
este fracaso se registra automáticamente cómo un ataque, algo que interrumpe la
continuidad existencial, que es aquello que, de no haberse interrumpido, habría
formado el yo del ser humano en vías de diferenciación.
Puede haber casos extremos en los que no haya más que una colección de
reacciones ante los fracasos de adaptación del medio en la fase crítica de
salida de la identificación primaria. Estoy seguro de que esta condición es
compatible con la vida y con la salud física. En los casos en que se basa mi
trabajo ha habido lo que yo denomino un «verdadero self oculto», protegido por
un falso self. Este falso self es, sin duda, un aspecto del self verdadero, al
que esconde y protege, al mismo tiempo que reacciona frente a los fracasos de
adaptación y crea un patrón correspondiente al patrón del fracaso ambiental. De
esta manera el self verdadero no se ve envuelto en la reacción y conserva su
continuidad existencial. Sin embargo, este self verdadero y oculto sufre un
empobrecimiento derivado de la falta de experiencia.
El self falso puede lograr una falsa integridad que resulta engañosa, es
decir, una falsa fuerza del yo recogida
del patrón ambiental y de un medio bueno y digno de confianza, pues en modo
alguno hay que deducir que el fracaso materno precoz conduzca necesariamente a
un fracaso general del cuidado infantil. Sin embargo, el self falso no puede
experimentar vida o sentirse real.
En caso favorable, el falso self desarrolla una actitud maternal fija con
respecto al verdadero self y se halla permanentemente en estado de sostener el
self verdadero del mismo modo que una madre sostiene a su bebé en el propio
principio de la diferenciación y de la salida de la identificación primaria.
En la labor sobre la que les estoy informando, el analista sigue el
principio básico del psicoanálisis: que el inconsciente del paciente dirija la
marcha, y sólo debe seguírsele a él. Al enfrentarse a una tendencia regresiva, el
analista debe estar preparado para seguir el proceso inconsciente del paciente
si no quiere marcar una directriz saliendo así de su papel de analista. He
comprobado que, en este tipo de casos, al igual que en el análisis de la
neurosis, no es necesario salirse del papel del analista, que se limita a
seguir la pista inconsciente dada por el paciente. Sin embargo, hay diferencias
en los dos tipos de labor.
Allí donde hay un yo intacto y el analista puede dar por sentados estos
detalles precoces del cuidado infantil, entonces el marco del análisis carece
de importancia en relación con la labor interpretativa. (Al decir «marco» me
refiero a la suma de todos los detalles del control.) Aun así, hay una dosis
básica de control en el análisis ordinario que es más o menos aceptada por
todos los analistas.
En la labor que estoy describiendo, el marco cobra mayor importancia que
la interpretación. El énfasis se traslada de uno a otro.
El comportamiento del analista, representado por lo que he llamado «el
marco» por ser suficiente en lo que hace a la adaptación a la necesidad, es
percibido gradualmente por el paciente como algo que da pie a una esperanza de
que el verdadero self pueda por fin correr los riesgos propios e empezar a experimentar
la vida.
A la larga, el self falso se entrega al analista. Éste es un momento de
gran dependencia y de verdadero riesgo y el paciente, como es natural, se halla
en un profundo estado de regresión. (Al decir «regresión» en este contexto me
refiero a la regresión a los procesos precoces de desarrollo.) Este estado es
también sumamente penoso debido a que el paciente es consciente, mientras que
no lo es el pequeño en la situación originaria, de los riesgos que ello
comporta. En algunos casos es tanta la participación de la personalidad que el
paciente debe recibir cuidados en esta fase. No obstante, los procesos se
estudian mejor en aquellos casos donde estas cuestiones se hallan confinadas,
más o menos, al momento de las sesiones analíticas.
Una de las características de la transferencia en esta fase es la forma
en que debemos tener en cuenta la presencia del pasado del paciente. Esta idea
se halla incluida en el libro de Mme. Sechehaye y en su título Realización
simbólica. Mientras que en la neurosis de transferencia el pasado penetra en el
consultorio, en esta tarea es más acertado decir que el presente se remonta o
retrocede al pasado y es el pasado. Así, el analista se enfrenta con el proceso
primario del paciente en el marco en el que tuvo su validez originaria.
La adaptación suficiente por parte del analista produce un resultado que
concuerda exactamente con lo que se pretende: el cambio del centro principal de
operaciones del paciente, que pasará del self falso al verdadero. Por primera
vez en la vida del paciente hay ahora una oportunidad para el desarrollo del
yo, para su integración partiendo de los núcleos del yo, para su instauración
en calidad de yo corporal y también para su repudio de un medio ambiente
externo con la iniciación de las relaciones Objetales. Por primera vez el yo es
capaz de experimentar los impulsos del ello y de sentirse real al hacerlo, así
como al descansar de las experimentaciones. Y a partir de aquí por fin puede
hacerse un análisis ordinario de las defensas del yo contra la angustia.
En el paciente se desarrolla la capacidad de utilizar los limitados
éxitos de adaptación del analista, de tal modo que el yo del paciente queda
capacitado para empezar a recordar los fracasos originarios, todos los cuales
se hallaban registrados, dispuestos. Estos fracasos tuvieron un efecto
disruptivo en su momento y el tratamiento del tipo que les estoy describiendo
habrá recorrido mucho camino cuando el paciente sea capaz de coger un ejemplo
del fracaso originario y sentir ira al respecto. Sólo cuando el paciente
alcance este punto, no obstante, podrá darse el principio de una puesta a
prueba de la realidad.
Parece ser que algo parecido a la represión primaria atrapa a estos
traumas una vez que los mismos han sido utilizados en el tratamiento.
La forma en que se produce este cambio de la experiencia de ser
interrumpido a la experimentación de ira, es una cuestión que me interesa
especialmente, ya que es en este aspecto de mi trabajo donde me siento
sorprendido. El paciente hace uso de los fracasos del analista. Los fracasos son
necesarios y de hecho no hay ningún intento de dar una adaptación perfecta; me
atrevería a decir que es menos perjudicial equivocarse con estos pacientes que
con los neuróticos. Otros se sentirán sorprendidos, como me sentí yo, al
comprobar que una falta grande puede ocasionar un perjuicio muy pequeño
mientras que un leve error de juicio puede producir un gran efecto. La clave
reside en que el fracaso del analista se utiliza y debe ser tratado como
fracaso pasado, un fracaso que el paciente es capaz de percibir y encuadrar y
sentir ira sobre él. El analista necesita poder utilizar sus fracasos en
términos de lo que significan para el paciente y si es posible, debe explicar
cada uno de ellos aunque esto signifique el estudio de su contratransferencia
inconsciente.
En estas fases de la labor analítica, lo que llamaríamos «resistencia en
la labor con pacientes neuróticos» indica siempre que el analista ha cometido
una equivocación o que se ha comportado mal en algún detalle; de hecho, la
resistencia persiste hasta que el analista haya descubierto el fracaso y haya
tratado de explicarlo y lo haya utilizado. Si el analista se defiende a sí
mismo, el paciente perderá la oportunidad de mostrarse airado acerca de un
fracaso pasado justamente allí donde por primera vez la ira se estaba haciendo
posible. He aquí un gran contraste entre este trabajo y el análisis de
pacientes neuróticos con el yo intacto. Es aquí donde podemos ver el sentido
del dicho según el cual todo análisis fallido constituye un fracaso no del paciente
sino del analista.
Este trabajo resulta exigente debido en parte a que el analista debe
poseer sensibilidad respecto de las necesidades
del paciente así como el deseo de proveerle de un marco que satisfaga tales
necesidades. El analista, al fin y al cabo, no es la madre natural del
paciente.
Asimismo, resulta exigente debido a la necesidad de que el analista
busque sus propios fracasos
cuando quiera que aparezcan resistencias. Y con todo, es sólo mediante el
empleo de sus propias
equivocaciones que el analista podrá llevar a cabo la parte más
importante del tratamiento en estas fases, la parte que permite al paciente
enfadarse por primera vez por los detalles del fracaso de adaptación que (en el
momento en que ocurrió) produjo la disrupción. Es esta parte del trabajo la que
libera al paciente de su dependencia del analista.
De esta manera la transferencia negativa del análisis «neurótico» es
reemplazada por la ira objetiva acerca de los fracasos del analista, por lo que
una vez más tenemos una importante diferencia entre los fenómenos de la
transferencia en los dos tipos de labor.
No debemos buscar la conciencia de nuestros éxitos de adaptación, ya que
los mismos no son percibidos a un nivel tan profundo. Si bien no podemos
trabajar sin la teoría que estamos edificando en estos momentos, esta labor
inevitablemente nos coge en falta si nuestra comprensión de la necesidad del paciente
es cuestión de la mente más que del psiquesoma.
En mi labor clínica he demostrado, cuando menos a mí mismo, que una clase
de análisis no impide la otra. Constantemente me encuentro pasando de la una a
la otra, según la tendencia que muestre el proceso inconsciente del paciente.
Cuando queda completa la labor del tipo especial que les estoy describiendo, me
veo conducido naturalmente a la labor analítica ordinaria, al análisis de la
posición depresiva y de las defensas neuróticas de un paciente con un yo, un yo
intacto, un yo capaz de experimentar impulsos del ello v de aceptar las
consecuencias. Lo que necesita hacerse ahora es estudiar detalladamente los
criterios en virtud de los cuales el analista puede saber cuándo debe trabajar
con un cambio de énfasis, cómo ver que está naciendo una necesidad del tipo
que, según he dicho, debe ser satisfecha (al menos nominalmente) mediante una
adaptación activa. Permanentemente, el analista tendrá presente el concepto de
la identificación primaria.
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