PATERNIDAD Aberastury-Salas
PATERNIDAD
Aberastury-Salas
Hablar de padre es hacerlo desde el
principio mismo de la sociedad humana. Como símbolo de poder y de autoridad el
padre encarna la autoridad social. Sin ley el inconsciente no llega a
estructurarse, por lo tanto no habría acceso a la cultura.
Toda sumisión, obediencia o disciplina encuentra su
origen en el padre, pero quien no haya sabido emanciparse de la autoridad
paterna nunca obtendrá su autonomía, por no haberse liberado de esa sujeción.
Psíquicamente hablando debe llevarse a cabo el
“parricidio”. Es el 3º momento del Edipo. Este es un fenómeno psicológico y
sociocultural.
El padre se propone como modelo y el hijo lo toma como
significante.
La paternidad no es atributo necesario de una persona.
Esta, es un conjunto de acciones llevadas a cabo por dos protagonistas: padre e
hijo, identificados por el rol que desempeñan. No se es padre por haber
engendrado biológicamente a un hijo sino por actuar como tal. Por ello se dice
que la paternidad es un conjunto de acciones y conductas, mediante las cuales
el padre adopta a su hijo “ahijándolo”, haciéndolo suyo.
La característica implica un modo de adopción, ésta a
su vez es un modo de “recibir” adquiriendo, quien recibe, una potestad
relacionada con ese acto, un dominio sobre lo que se adopta.
La ratificación del fenómeno de la paternidad se lee
de diferentes formas según los distintos contextos. Desde el contexto del PODER tiene que ver con la procreación.
Esto implica pro-hijar tanto biológica como legalmente. Alude a su vez al
dominio ejercido por quien ejerce ese acto.
Desde el contexto de la AUTORIDAD, la paternidad designa la autoría.
Desde el contexto de la TRADICION se lee como dadora de herencia y de la transmisión de
valores, de apellido, del árbol genealógico, etc.
La paternidad implica una donación; y qué es lo que
dona?: dona el DON del FALO, donde el falo remite al orden simbólico (el 3º
momento del Edipo).
El 1º momento del Edipo es el momento del SER OBJETO, por el deseo de la madre.
El 2º momento es el del TENER (teniendo, vía identificaciones, el FALO; es decir el sujeto
se identifica con el padre y para ello
la madre debe “correrse” del lugar).
El falo simbólico es el significante por antonomasia
del DESEO. Su emergencia en la consciencia se efectúa a través de sustitutos:
HECES = REGALO = PENE = HIJO = DINERO, etc.
El don del falo implica que el hijo pueda tener su
propio deseo. Este don del falo inicia el tránsito del SER al TENER.
Ahora bien, porque el padre lo autoriza, el niño deja
de SER el falo de su madre para PODER TENER él mismo sus deseos; cambia así de
estatuto pasando de ser OBJETO DESEADO a ser SUJETO DESEANTE por haber sido
atravesado por la ley paterna. Al poder TENER cambia de estatuto habiendo
acatado la ley de la prohibición del incesto.
Si desea es porque “ALGO LE FALTA”; si algo falta es
que se ha inscripto en su inconsciente el significante del FALO; por ello puede
desear.
Si el padre desoye esta demanda filial o la madre
impide su desarrollo, esto pondrá simiente a una posible alteración patológica
que eclosionará o no, dependiendo de las circunstancias. Si la madre no se
corre de ese lugar generará la posible inscripción al algo que después
“desestructurará” esa psique.
Sólo el parricidio permite al hijo tener explícita,
manifiesta y totalmente sus propios deseos. Este proceso, que implica
obviamente “matar al padre” lo culpa con la consecuente angustia (cuando se
trata de angustia, ésta es angustia de castración). La autoridad es la
característica de un ordenamiento normativo. La consecuencia de este
ordenamiento es el surgimiento de la ley paterna.
La ley paterna señala la posibilidad o imposibilidad
de un acto y se manifiesta en la oposición PERMITIDO VS. PROHIBIDO. Esta ley
implica: separación de la madre, prohibición del incesto, más las
identificaciones necesarias.
Si la excesiva idealización materna no puede
cumplimentar tal proceso, aparece la REPULSA, la DESMENTIDA –que es un modo de
negación-. Desmentida que abre el camino a la psicopatía donde la “palabra” es
reemplazada por la “acción”. “La escisión del YO es el proceso de defensa”.
PATERNALISMO
El sufijo ISMO implica un carácter peyorativo de la
palabra PATERNAL. El diccionario de Sociología dice que paternalismo es una
forma de dominación y protección que se asemeja a la ejercida por el padre
sobre su hijo pequeño. Alguien ubicado en condición de superioridad sobre otro
en condición de inferioridad, por lo tanto en condiciones de dependencia.
La actitud paternalista resulta paralizante y
anuladora. Es decir sobre protege tanto que asfixia en vez de conducir a la
autonomía.
El padre paternalista le suministra al hijo todo bien
y le evita todo mal; lo que equivale a decir que el hijo es un “minusválido o
débil existencial”.
Existe un momento en la vida en que la presencia del
padre adquiere una relevancia definitiva porque su presencia implica una
autodefinición personal, que es: “Yo se quién soy”, más la autonomía de
crecimiento e identidad; por lo tanto el padre funciona como “modelo” a través
de las identificaciones con la ley, como libertad y como promesa de futuro.
PADRE con mayúsculas es aquel en quien y por quien
ADVIENE la diferencia, en tanto implica distanciamiento y renuncia. Si el
sujeto queda del lado de la madre idealizada nos encontramos con un individuo
que querrá serlo “todo”. Por ello la
imagen del padre implicará asumir una distancia y una renuncia de lo que la
madre representa para el niño.
Cómo defenderse y enfrentar a quien sólo
puede acusarse de un exceso de solicitud y buenas intenciones?
La autoridad, en el caso del padre
PATERNALISTA, es ejercida por medio de la presión, su fin es el dominio del
otro inerme. De alguna manera se busca impedir experiencias dolorosas y
frustrantes al niño. El otro (el hijo) es reducido a un débil existencial.
Porque quiere el padre: decide vivir. Todo el mal que el hijo no sabrá evitar y
todo el bien que no sabrá procurarse por sí mismo. Se trata entonces de una
sobreprotección, por ello funciona como un tóxico oculto que resulta
asfixiante.
Un
padre protector satisface las necesidades emocionales del niño?
SI. Una de las primeras necesidades es la
seguridad emocional y física. Sí las satisface pero acentúa la dependencia
(ésta y seguridad no son sinónimos). Otra necesidad emocional es la de
COMPRENSION, en este punto el niño debe
ser una persona grande (no se ensucia, es prolijo, etc.). En este caso el padre
sobreprotector le impone normas similares a la de los adultos. Tanto se le
exige que también se le exige que cuente todo lo que hace y lo que piensa, aún
en la adultez.
Otra necesidad es la de LIBERTAD. Esta
implica elección según sus propias decisiones, pero obviamente las decisiones
corren por cuenta de los padres. Le eligen la ropa, los libros, lo que tiene
que estudiar, con quién se tiene que casar, qué amigos le convienen, etc. Este
padre sobreprotector, al decir “tan amado” (por el hijo) equivale a decir “tan
sobreprotegido” y “tan dominado”.
No sentirse con derecho a tener un hijo,
equivale, en el plano psíquico, a lo que es la esterilidad en el plano
corporal. No sentirse padre es la expresión de esta esterilidad.
DIFICULTADES
PARA ASUMIR EL ROL PATERNO
Dos son los momentos más difíciles para
asumir el rol paterno: el primer año de vida y la adolescencia.
1.
La fantasía subyacente en la
dificultad de sumir la paternidad es la de que el hijo pueda llegar a
constituirse en una amenaza, el hijo que devora
a cada uno de ellos y a la pareja, y que, por lo tanto, se transforma en un
“perseguidor”.
2.
La incertidumbre sobre la
veracidad de su paternidad.
3.
La envidia a la mujer y a su
capacidad de engendrar (equivalente de la envidia al pene) hace también más
difícil la temprana conexión del padre con el hijo.
El hombre, por rechazo a sus aspectos femeninos, por
resentimiento y rivalidad frente a la mujer “hacedora de hijos”, olvida su
participación activa en la
procreación y no se acerca al hijo, o no lo siente como propio.
El punto extremo de este rechazo se da en el hombre
que vende su semen para que un hijo nazca en una mujer extraña y que no tendrá jamás
la posibilidad de conocerlo.
Otras expresiones van desde no hacerse cargo de la
paternidad en el caso de hijos nacidos fuera del matrimonio, hasta la
complicidad con la mujer en el aborto (acto que, en última instancia, es “matar
un hijo”) y el desentenderse de sus funciones de padre, aún cuando la familia
está constituida y el padre habita el mismo techo que los hijos. Este último es
el llamado padre psicológicamente
ausente.
PADRE JOVEN: puede estar más cerca de su hijo y comprender algunas
de sus necesidades, que todavía son válidas en él; y puede, en cambio, estar
demasiado ocupado en su propio crecimiento, abandonar el rol o fatigarse y
sentirse como abrumado por una doble responsabilidad: crecer y hacer crecer al mismo tiempo.
PADRE MADURO: más cerca de la muerte, puede prodigarse demasiado,
sin tener en cuenta las necesidades reales del niño, porque responde, sobre
todo, a un afán de prolongar su vida a través del hijo. Puede así idealizarlo,
estimularlo en exceso, apurarlo en su crecimiento; o sentir una fuerte
rivalidad ante la fuerza de su juventud y obstaculizar inconscientemente su
desarrollo.
Un padre paciente y cariñoso con el hijo pequeño puede
transformarse en padre despótico, impaciente e incomprensivo con el hijo
adolescente. Se diría que el secreto del rol paterno es tener tiempo para estar
en contacto con el hijo y registrar los cambios, tener la flexibilidad
suficiente para adaptarse a las necesidades nuevas y ajustar en cada período el
tan difícil equilibrio entre permitir y prohibir.
EL PADRE AUSENTE, EL PADRE DEBIL, EL PADRE “LAISSEZ FAIRE”
S. Freud postuló que las enseñanzas de los padres funcionan
luego en el individuo como una “conciencia moral” y la denominó Superyo. Para
nosostros aparece muy tempranamente, pero también es heredero de la figura de
los padres. Freud también sostuvo que este Superyo o instancia mora repetía la
severidad del padre. En estudios posteriores pudo comprobarse que la falta de
normas, la debilidad del padre, su ausencia real o psicológica traían como
resultado una severidad enfermiza del Superyo. Hoy sabemos que la falta de
límites, característica de la conducta del padre cuya norma es “laissez faire”,
no engendra una imagen buena del padre sino, por lo contrario, una imagen de
abandono y soledad que trae como consecuencia una exigencia interna paralizante
y atormentadora. Es como si el niño siguiera buscando dentro de sí los límites
que el padre no supo ponerle desde afuera.
PADRE AUSENTE: obliga a veces al hijo a tomar su rol en un proceso
de identificación. En caso de divorcio o de muerte, p.e., es frecuente que la
madre lleve al niño a su cama. Este niño o niña siente que se le exige
reemplazar al padre, acto que le es imposible, biológica y psicológicamente.
Esta obligación de asumir el rol paterno, acompañada de una eterna nostalgia de
la figura del padre, suele aparecer en la historia de muchos homosexuales,
quienes también estructuran la imagen del niño que, sometido a la madre, huye
ante la idea de formar pareja con una mujer, atado a un destino que siente
inexorable.
Con menos gravedad, pero sí con alcances muy serios,
el padre ausente obliga al hijo a asumir tempranamente los roles que él no
cumple. Esto se hace muy evidente cuando hay varios hermanos y el mayor es el
“compañero de la madre”, el que la auxilia y la ayuda en su tarea diaria en
desmedro del desarrollo de su identidad propia. Vive en “como si” de adulto y
padre, que lo inhibe en el desarrollo de su personalidad, en el afianzamiento
de su propia paternidad futura. Muchos solterones tienen esta historia.
PADRE LAISSEZ
FAIRE: será
el tipo de padre que permitirá que el hijo haga lo que quiera. Le dará en
exceso libertad lo que será recibido por el hijo como un: “No me importa lo que
hagas”. Generalmente son vistos como padres “ausentes – inoperantes”.
PADRE
NUTRICIO:
maternal/sustentador. Logran como consecuencia de su conducta a los eternos
niños de pecho incapaces de despegarse de la dichosa situación que vive el
lactante, situación que tratan de conservar durante toda la vida. Siempre
pretenden “ser alimentados por alguien”.
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